Apóstoles,
fresco de la iglesia de San Dalmacio en Turín pintado por Enrico Reffo en 1914.
LA
ICONOGRAFÍA CRISTIANA EN EL ARTE.
No cabe duda de que las imágenes cristianas
constituyen un aspecto esencial en la producción artística de Occidente a lo largo
de muchos siglos. Así, el arte cristiano comenzó vinculándose a los textos
bíblicos, aunque rellenando los huecos del relato evangélico canónico con los
textos apócrifos.
En Occidente,
especialmente desde el Románico, la decoración escultórica de las iglesias fue
un verdadero ‘catecismo’ en piedra que permitió enriquecer las imágenes y
escenas que se querían representar, ya que la iconografía cristiana,
especialmente durante la Edad Media, pretendía hacer accesible a los iletrados
todo tipo de mensajes religiosos. Después, los retablos en el interior
sirvieron a tal fin. Numerosos artistas de todos los tiempos han tratado de
reflejar en sus obras, generalmente por contrato, las características físicas,
las circunstancias de la vida y la muerte y la simbología que rodeaba a todos
los santos, recurriendo a una iconografía que en muchas ocasiones no ha dejado
de ser muy incoherente.
Entendemos pues por iconografía, dada la
imprecisión del DRAEL, el estudio de la génesis de las imágenes plásticas, las
relaciones de las mismas con lo alegórico y lo simbólico, así como sus
respectivas identificaciones por medio de los atributos que casi siempre las
acompañan.
La iconografía se ocupa del origen y desarrollo de
los temas figurados que se representan en las obras de arte, mientras que la
iconología descifra su significado.
Se denominará iconología, por tanto, a la
rama de la simbología y de la semiología que estudia las denominaciones
visuales del arte. Se trata de la ciencia que investiga las imágenes, emblemas y
alegorías con que los artistas han representado a los personajes de sus obras y
se diferencia entonces de la iconografía en que esta tiene por fin la simple
descripción de imágenes, mientras que la iconología las examina en todos sus
aspectos, las compara y las clasifica, llegando incluso a formular leyes o
reglas para conocer su antigüedad y diversos significados e interpretaciones.
Resumiendo, si el objetivo es conocer la temática y
la representatividad de las imágenes, estaríamos hablando de iconografía. Si
por lo contrario queremos conocer su significación en su tiempo, su contexto y sus
usos, es decir, profundizar en el contexto temporal de esas imágenes,
estaríamos hablando de iconología.
La iconografía resultaría una disciplina más teórica
que práctica si tenemos en cuenta la matización que hace Panofsky (en ‘El
significado de las artes visuales’) al propugnar que dicha materia recopile
los datos correspondientes, sin considerarse capacitada para investigar sobre
el sentido de tales datos.
Uno de sus pioneros en estos temas, fue el francés Émile
Mâle (1862-1954), autor, entre otros, de un monumental tratado sobre ‘El
Arte religioso del siglo XIII en Francia’ (París, 1898). Un estudio sobre
la iconografía de la Edad Media y sus fuentes de inspiración, que continúa
siendo útil cantera y referencia inexcusable.
Igual sucede con la ‘Iconografía del arte
cristiano’ (París, 1955-1959) de su discípulo, el profesor Louis Réau
(1881-1961).
Sin entrar en disquisiciones más teóricas como en la
diferenciación en una imagen, entre el tema (más conceptual y abstracto) y el
tipo (lo concreto en que se traduce dicho tema), que no debe confundirse con
sujeto o motivo, pasemos a comentar algunas características iconográficas de la
cultura cristiana que, como en otras culturas, ha llegado a disponer de un
repertorio icónico compuesto de diferentes tipos (iconográficos) que sirven de
vehículo a determinados temas y sus valores asociados, pero que en el caso de
la representación artística de los santos apóstoles (que se conoce con el
nombre de ‘Apostolado’) presenta muchas
contradicciones.
*
El conjunto de series de ‘Apostolados’ existentes,
indica la abundancia de las mismas que circulaban durante el siglo XVI. Se
trata, como los denomina Sarah Schroth en sus estudios de la pintura española
de la época, de ‘naipes santos’ de fácil distribución, de los que muy
probablemente contasen los artistas con copia. Es muy significativo el contexto
histórico en el que aparecen estas estampas, que no es otro que el de la Europa
tridentina, donde el uso de la imagen con fines políticos y religiosos cobró
una importancia superlativa.
Porque esa tradición medieval de la representación
del Apostolado tomará importancia, tras el Concilio de Trento (1545-1563), que
impone una relación de medidas reformadoras mediante diferentes vías, -y la
imagen religiosa será una de las más poderosas y eficaces-, dentro de la vertiente
más catequética que pretendía enfatizar la doctrina tradicional católica que venía amenazada por
la Reforma luterana, que no creía en la intermediación de los santos.
Los Apostolados tenían un carácter devocionario. El
tema, que era constante en la iconografía cristiana, servía para ser utilizado
en las iglesias o salas conventuales. La tradición medieval, que se apoyaba en
los relatos legendarios de Pseudo Abdias, recogida en las páginas de la ‘Leyenda Dorada’, escrita en el siglo XIV
por Jacobo de Vorágine, configuró unos convencionalismos y unos atributos
representativos de cada apóstol, referidos siempre a episodios de su leyenda y
muy especialmente a su martirio. Los instrumentos del martirio cobran un papel
protagonista, pues contribuyen sobre manera a modelar las posturas de los
apóstoles. Con ellos se pretende recalcar la condición de mártir, tan
importante en el mundo católico y tan criticada por la Reforma protestante.
En un texto, fueran los evangelios o cualquier otro,
la identificación de un apóstol se basaba simplemente en su designación, en la
aparición de su nombre. En una representación, el nombre se incluía como
inscripción como se hizo en alguna de las series. Las imágenes venían de sus
propias historias cuando precisaban episodios específicos con los que se les
podía dotar de un elemento identificador.
Los atributos identificativos de cada apóstol, a la
hora de reconocer las identidades de los mismos, reproduce los modelos clásicos
de atributos tradicionales, aunque suelen, como dijimos, contener
contradicciones. Este tipo de confusiones no eran del todo extrañas en el
momento, ya que se estaba recuperando una tradición e intentando canonizarla en
modelos estables, que no todos tenían tan claros.
Derivada de esa confusión iconográfica o equivocadas
interpretaciones de los atributos personales, tanto a nivel iconográfico como
de designación, existe, por ejemplo, lo que ocurría con los apóstoles San Mateo
y San Matías. Su denominación latina Mathaeus
y Mathiae por su semejanza formal,
provoca en algunos casos que su representación no sea la adecuada,
intercambiando sus preceptos de fe y sus signos de reconocimiento.
Algunos autores han puesto de manifiesto dichas
confusiones en la atribución e incongruencias iconográficas, como mera
inexactitud en las imágenes.
Tal y como señalaba Émile Mâle, esta errónea
asignación es debida a que los artistas se equivocaban en las asignaciones de
los atributos personales y venía derivada, mayoritariamente, del hecho de no
leer los antiguos relatos apócrifos. Y por otro lado de la transmisión errónea
en las copias de otras obras ejecutadas.
[vide É. Mâle, de El arte religioso del siglo XII al siglo XVIII, a Les saints compagnons du Christ
(obra póstuma)].
*
En un histórico (s. XVI) retablo esculpido de
importante templo católico, hemos hallado un ‘Apostolado’ que, en diferentes reseñas bibliográficas a lo largo
del s. XX, presenta serias diferencias de asignación iconográfica por los
distintos autores, debidas a las causas arriba expuestas.
Así, encontramos descritos en las entrecalles del
Cuerpo 1º, de izda. a dcha. (de evangelio a epístola):
-
Santiago el Mayor (con venera de peregrino en tocado,
cayado [báculo] (roto) y calabaza).
-
S. Pedro (con llave y libro).
- S. Mateo (sic)
(con libro y astil roto (de hacha) en mano derecha).
[Según otros autores, S. Pablo (porque suele
localizarse en ese lugar) con libro y mango (sic)
de espada. Aunque el fragmentado elemento prismático (de sección cuasicuadrada)
más que empuñadura de arma puede remedar el stipes
de una cruz latina y el apóstol podría ser entonces S. Felipe. Además, en el cuerpo inferior del retablo, un S. Mateo, como evangelista, con libro y figura humana alada,
presenta diferenciados rasgos con respecto a la atribuida figura de bulto].
-
S. Bartolomé (con cuchillo, libro abierto y
diablesa).
En el Cuerpo 2º:
- Santiago el Menor (con mazo de batanero [pértiga batanera] y
libro) [Otro autor sugiere, equivocadamente, a S. Felipe].
-
S. Juan (con
cáliz con serpiente).
- S. Pablo (con espada [mandoble], sin libro). [Aparecen citados, en esa
ubicación, diferentes apóstoles según atribuciones erróneas de otros autores,
como S, Tomás].
- S. Andrés (con cruz en aspa).
En el Cuerpo 3º:
- Santo Tomás,
(sólo con libro abierto, se encuentra rota la escuadra característica)
[S. Judas Tadeo o S. Mateo, según otros].
- S. Simón (con libro e instrumento ‘dentado’ [parece serrucho]) [Otro autor
sugiere, equivocadamente, a Santiago el Menor].
En el ático, de
menor tamaño:
- S. Judas Tadeo (con alabarda).
- S. Matías (sic)
(con lanza) [Aunque más probable, creemos, sería atribuible como San Mateo].
Faltaría en el
retablo un apóstol de entre los canónicos:
Por ya representado
en relieve de media figura, podría faltar S. Mateo o, si no, S. Felipe (con
cruz latina (en ‘T’) y libro), que faltaría según algún autor, salvo lo dicho
en el Cuerpo 1º.
Pero si se ha
considerado en el Apostolado también a S. Pablo (Canon de la Misa [Burn, A. E.- An introduction to the Creeds at to
the Te Deum] y letanías romanas), lo normal es que faltase San Matías si sólo se
contemplan doce apóstoles y entonces S. Judas Tadeo sería el último.
Los Hechos de los apóstoles (Hc. 1, 13) citan a los
mismos doce que los evangelios sinópticos, añadiéndose Matías para sustituir a
Judas Iscariote (Hc. 1, 26). En otros pasajes, también se les dieron nombre de
‘apóstoles’ a Pablo de Tarso u otros.
También, Alonso de Villegas, en su ‘Flos sanctorum’ (1594 y 1615),
recalcaría la presencia de los once y cómo se sustituyó a San Matías por San
Pablo.
¿Cuál sería entonces el canon de un Apostolado?
Aunque contamos con varios Apostolados debidos a El Greco, de gran
valor artístico, pero con incongruencias en la asignación, porque
quiso crear series diferentes, propias, originales y libres, podría ser el más
normativo el gigantesco Apostolado del 1er quindenio del s. XVIII,
esculpido al estilo de la escuela berniniana en S. Juan de Letrán, la catedral
de Roma (1700-18).
[http://pedroferrerfotografia.blogspot.com.es/2010/11/roma-archibasilica-de-san-juan-de_18.html].
*
Resumen de las Notas
críticas sobre la iconografía del Apostolado.
El orden de los Apóstoles
y sus atributos, serían (a partir de Navarrete
Prieto):
1. Pedro (Simón),
hijo de Jonás. Llaves y libro cerrado.
Gallo o cruz invertida.
2. Santiago el
Mayor, hijo de Zebedeo. Concha de
peregrino, zurrón, cayado (bordón) y calabaza. Espada y cruz.
3. Juan, también
hijo de Zebedeo (hermano de Santiago el Mayor). Cáliz con serpiente, libro o rollo y pluma, águila y tonel.
4. Andrés, hermano
de Pedro. Cruz en aspa (decussata), libro abierto.
5. Felipe de
Betsaida. Cruz latina (immissa) o crucifijo y libro. Piedra.
6. Bartolomé, hijo
de Talemai, llamado también Natanael. Cuchillo,
piel desollada, libro y diablesa encadenada.
7. Tomás, llamado
Dídimo. Lanza de su martirio (a partir
del s. XV y característica tras Trento), también libro, cinturón o, mejor,
escuadra de su actividad de arquitecto en la edificación alegórica (desde el s.
XIII hasta entrado el s. XVI). [Patrón de los arquitectos:
la escuadra de arquitecto es representación
proveniente de un episodio apócrifo de su leyenda, referida
en el ficticio ‘Acta Tomae’, durante su labor misionera en tierras indias].
8. Mateo, hijo de
Alfeo, llamado también Leví. Libro o
rollo y pluma, figura humana alada, bolsa. Espada, que a veces se cambia por
hacha, lanza o alabarda
(que puede hacer confundirle con S. Matías u otros). Escuadra,
por error.
9. Santiago el
Menor, hijo de Alfeo (Cleofás). Mazo o
bastón de batanero (pértiga batanera) y libro.
10. Judas Tadeo,
hermano de Santiago el Menor. Maza (hasta
el siglo XIV se lo representaba con espada o cimitarra, pica, lanza o alabarda
y hacha). Medallón, libro. Escuadra, por error.
11. Simón el
Cananeo,
llamado el Zelote. Serrucho (desde el siglo XV) y libro.
12. [Judas
Iscariote, hijo de Simón].
13. Matías, elegido
sucesor de Judas. Hacha, piedras. También
espada, alabarda o lanza, libro o cruz.
y 14. Pablo de
Tarso. Espada y libro o carta.
Sr. Verle