II
Cuánta
sombra de la que hay en mi alma te daría,
cuántos
largos senderos de la niebla recorrería contigo.
Pero
mi barco no aborda en ningún puerto
y mi
agua corre sin detenerse en mares.
He despertado a veces al calor de tu cuerpo
enredado
en tus brazos he escuchado tu música
y he
dejado a mis besos para que te acompañen.
Pero
me siento solo, detenido en mi sueño,
embarcado
en tristezas...
Acaso no comprendas mi permanente otoño
en
que las hojas de papel se escapan
llevándose
palabras que ya no dicen nada
y que
la lluvia arrastra inevitablemente.
Quizás un día, cuando desaparezca,
seré
parte del viento que acaricie tu pelo
o la
tierra que besen tus pies cuando la pises.